Cuenta Mesonero Romanos en su «Manual de Madrid», que el Sitio Real de El Pardo se encontraba a dos leguas de Madrid y contaba con 775 habitantes.
Nos deja escrito para la historia, que por aquellas fechas, El Pardo contaba con capilla parroquial de buena construcción, hospital y fábrica de baldosas.
Que de las paredes del palacio de El Pardo cuelgan riquísimos tapices obra de la fábrica de Madrid con representaciones de costumbres nacionales.
Que hay una casita llamada del Príncipe, con salas ricamente vestidas de terciopelo y seda, y pintadas su bóvedas.
Que un bosque de 15 leguas de circunferencia rodea la población, siendo su puerta principal la de hierro.
Que a menos de un cuarto de legua, pasado el río Manzanares se eleva sobre una colina el convento de capuchinos.
Y que a media legua se encuentra la Real Quinta, y a dos leguas la Zarzuela, célebres antes de la guerra por sus buenas pinturas.
Dejamos a continuación el texto íntegro sobre El Pardo de Mesonero Romanos en su obra «Manual de Madrid» publicado en 1.831 (páginas 335 – 337).
«…Pero todos estos objetos son de poca importancia, en comparación de los sitios reales, de que vamos a dar una idea.
El Pardo. Sitio real de invierno a dos leguas N. O. de Madrid a la izquierda del río Manzanares, que atraviesa su bosque. Su población es de unos 775 habitantes, la mayor parte empleados y jornaleros; tiene capilla parroquial de buena construcción, un hospital, administración real, escuela y estudio de latinidad, y fábrica de baldosas. El palacio se construyó de orden de Carlos V por su arquitecto Luis de la Vega; en el reinado de Carlos III se aumentó, y en el actual ha recibido mejoras considerables, como son un arco de comunicación con la capilla y otras. Es un gran edificio cuadrado con un foso al rededor plantado de verduras y frutales. La belleza de las piezas con pinturas al fresco ejecutadas diestramente por los primeros profesores modernos de la corte; los riquísimos tapices, obra de la fábrica de Madrid, que adornan sus paredes y que representan costumbres nacionales; los elegantes muebles y alhajas, entre los que merecen citarse la prodigiosa colección de relojes y las elegantes obras de cristal; el bonito teatro, donde suele representarse durante la permanencia de SS. MM.; todo esto ha dado a este palacio una importancia que no tenía. Delante de él se forma en el día un gracioso jardín, que contribuye a embellecer su agradable vista. Algo más distante y a la parte N. hay una casita llamada del Príncipe, que consiste en un bello recibimiento de estuco, un gabinete circular de mármoles que da paso al parterre, la sala principal a la izquierda y otras salas más pequeñas, todas ricamente vestidas de terciopelo y seda, y pintadas sus bóvedas.
Por último, el gran bosque que rodea la población tiene 15 leguas de circunferencia, siendo su puerta principal la de Hierro, situada en el camino de Madrid. En toda su extensión hay buenos montes de encina, fresno, bardaguera, retama y pastos. El bosque está dividido en varios cuarteles con sus correspondientes guardas. Le atraviesa de N. a S. el río Manzanares, y más de 20 arroyos que le fertilizan, cruzándole 17 caminos. A menos de un cuarto de legua del pueblo al poniente, y pasado el río se eleva sobre una colina el convento de capuchinos fundado por Felipe III es 1612, en el cual se venera la sagrada efigie de nuestro Señor en el sepulcro, obra del escultor Gregorio Hernández. A la media legua por S. E. está el palacio y posesión de la Real Quinta, y a las dos leguas la de la Zarzuela, célebres antes de la guerra por sus buenas pinturas, adornos, jardines y demás, y que se van renovando decentemente».